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  • Foto del escritorManuel Alonso

La Guitarra de Ida y Vuelta

Actualizado: 12 jun 2020



En la Roma antigua se llamó Mare Nostrum al Mediterráneo, debido a que todas sus orillas fueron ocupadas por ella. De alguna manera, el Océano Atlántico ha sido un verdadero mare nostrum hispánico; tanto que las eventuales diferencias políticas no han debilitado nunca la afinidad que tienen los pueblos hispanos. Por eso, los artistas de uno y otro lado han comprobado que podían ir y venir, moverse en la tierra ajena o en la propia, para ser reconocidos como propios, imitados y


aceptados. Esta fraternidad espontánea ha servido a muchos para establecerse en uno u otro lado cuando se han visto en la necesidad de exiliarse de sus países de origen. Pese a que en la región hispanoamericana existen peculiaridades específicas regionales, eso quiere decir, tal vez, que exista un patrimonio musical común pro-indiviso. Posiblemente estemos ante un patrimonio tradicionalista que se instaló en ambas orillas del océano. Lo que hoy llamamos flamenco sería una particularidad concreta que nació en el sur de España y que sería, a su vez, hermana paralela de las músicas venezolanas, argentinas, chilenas, cubanas, mexicanas, etc. Y por el hecho de que existe una base compartida y como consecuencia de su constante intercomunicación, es permanente el trasiego de modos y formas entre los distintos centros creadores. Si los artistas se mueven de un lado a otro, también lo hacen las letras, los estilos, las melodías, los ritmos y los instrumentos musicales.


Durante mucho tiempo en todas las latitudes americanas se cultivaban entre criollos y peninsulares los mismos


géneros musicales que en España, si bien ya era posible advertir influencias de elementos precolombinos, más pronunciadas en aquellas zonas donde era más efectivo el mestizaje racial y cultural.


Cuando se escuchan formas del acompañamiento musical del canto para la improvisación de la décima espinela en Canarias y en América, la tonada universal del punto guajiro cubano, del galerón del oriente venezolano, de la guajira andaluza, el zapateado jarocho, el punto canario, o la mejorana panameña, según Antonio García de León en su libro El mar de los deseos[1], no cabe duda que estamos ante un lenguaje compartido, o ante los restos de un género común dispersado en un continente cultural cuya coherencia suele pasar desapercibida. Esta sensación de parentesco que ocurre cuando músicos y ejecutantes de una u otra parte escuchan por primera vez a los demás géneros, que identifican como un lenguaje que pueden entender y ejecutar, alude a la lírica en español con formas poéticas específicas del mundo de habla española y portuguesa que constituyó una gran comunidad estrechamente vinculada al comercio y por estas redes culturales. A este mundo perteneció el espectro musical y poético del primer Caribe colonial.


De esta manera, en una región conformada y labrada por el mercado, además del tráfico de mercancías y productos materiales, resulta inseparable considerar el comercio inmaterial con rasgos culturales mantenidos por la apropiación colectiva y el intercambio dotados de sentido histórico y que ha trascendido por generaciones, al constituirse en hechos culturales heredados y sustraídos del devenir histórico por medio de la dinámica repetitiva de la tradición.


Considerando todo lo anterior, la intención de este trabajo es realizar una síntesis de los elementos y rasgos musicales que existen en las músicas tradicionales de Latinoamérica y el flamenco. Puesto que durante siglos existió este intercambio cultural, mi idea es presentar los géneros llamados de ida y vuelta, ya considerados y aceptados dentro de las líneas que rigen los cánones del flamenco, junto con otros elementos poco considerados y poco tomados como objeto de estudio en el sentido de que ambos en un principio tuvieron un ancestro en común que derivó en otras expresiones con identidades aparentemente distintas pero que guardan en sí rasgos de un lenguaje común.


Haré un repaso por los cantes de ida y vuelta: milonga, la vidalita, la rumba, la colombiana y la guajira. Por otro lado, de acuerdo a mi propia experiencia incursionando en músicas tradicionales de México, presentaré conceptos que, dependiendo el contexto, cambia de significado o goza de características distintas en cuanto su ejecución en uno u otro lado del atlántico como sería el fandango o la petenera y sus diversas características según sea el caso.


Por otro lado, tocaré el tema del ritmo. Los compases de amalgama son la base de muchos palos del flamenco como la bulería, la seguiriya, la soleá, las alegrías, etc. Sin embargo, este compás compuesto o sesquiáltero se encuentra presente en mucha música de Latinoamérica, por ejemplo, en México está en el son jalisciense, el son jarocho, el son huasteco o en el joropo venezolano, por mencionar algunos. Considero que es un elemento que también merece la pena tomar en cuenta pues este ritmo significa una de las principales bases en las que se han desarrollado el flamenco y las músicas tradicionales de Latinoamérica.


Por último, tomaré en cuenta a la guitarra como el instrumento musical sin el cual se hayan podido originar y desarrollar estas manifestaciones musicales. Haré un breve repaso de la historia de la guitarra, la guitarra flamenca y sus derivaciones en América Latina.

Todo lo anterior responde a una inquietud personal que surgió a partir de incursionar tanto en el flamenco, como en la música tradicional mexicana principalmente. Me di cuenta que compartían elementos básicos como el ritmo, letras y armonía que, a fin de cuentas, lo podía comprender como un mismo lenguaje con características o identidades particulares. Sin embargo, al buscar información sobre estas similitudes, me encontré con que estos temas están muy desarrollados y analizados pero cada uno en su lugar de origen sin tomar en cuenta la relación que pueda existir con la música que se realiza del otro lado del océano. Por esta razón me he centrado en trabajos más recientes basados en investigación científica que toman en cuenta dicha relación y que, a su vez, han aportado reveladores resultados para la música y la musicología hispanoamericana.


[ALONSO GUTIÉRREZ, La guitarra de ida y vuelta, 2015.]

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